“SOY UN ESCRITOR, PERO POR SOBRE TODO UN CIUDADANO” (Luis Sepúlveda Calfucura)

Seguramente la vasta imaginación de Luis Sepúlveda no le permitió proyectar cómo terminaría su vida cuando en el año 1977 se vio obligado, por el Régimen de Augusto Pinochet, a abandonar su Chile natal al presentársele la disyuntiva de conmutar su pena de 28 años de prisión por ocho años de exilio.
Hijo de madre vasca y padre jienense, el escritor viajó por países como Nicaragua y Suecia antes de radicarse en Alemania, ciudad de Hamburgo, en la que trabajó como corresponsal de prensa, actividad que combinó con la escritura de relatos, teatro y alguna novela.
Su fama internacional la logra en 1988, año de publicación de su mayor obra “UN VIEJO QUE LEÍA NOVELAS DE AMOR”, galardonada por varios premios y convertida en texto de lectura obligada y traducida a una treintena de idiomas. “Mundo del fin del mundo”, “Nombre de torero”, “Patagonia Express”, “Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar”, “La rosa de Atacama”, “El fin del siglo”, son otros de los títulos que justifican el renombre de Sepúlveda.
Se radica en Girón desde 1997, ciudad que lo acoge y lo reconoce, fundamentalmente por impulsar y dirigir, entre varios proyectos, el Salón del Libro Iberoamericano.
Fue el primer paciente diagnosticado de covid-19 en Asturias y uno de los primeros casos de España. Cumplió 48 días internado en el Hospital Universitario Central de Oviedo; nunca salió de su estado grave desde aquel 29 de febrero: “neumonía asociado al coronavirus” decía el parte médico. Como es habitual a pacientes de este mal, estuvo la mayor parte conectado a respirador mecánico en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Una de sus últimas columnas en “Le monde Diplomatique”, la dedicó a Chile, a la revolución social: ”La paz del oasis chileno estalló porque las grandes mayorías empezaron a decir no a la precariedad y se lanzaron a la reconquista de los derechos perdidos. No hay rebelión más justa y democrática que la de estos días en mi país. Reclaman una nueva constitución que represente a toda la nación y su diversidad, reclaman la recuperación de cuestiones tan esenciales como el agua y el mar también privatizados. Reclaman el derecho a estar presentes y a ser sujetos activos del desarrollo del país”
No alcanzó a ver el final de este capítulo de la historia reciente chilena, porque fue interceptado violentamente por la pandemia inclemente que amenaza con asolar al mundo y que interceptó también su vida a los 70 años, dejando inconclusas quizás cuántas épicas batallas, utopías latinoamericanas y sueños revolucionarios que tanto le gustaban.
Como comunidad Instituto Nacional nos sumamos a las muestras de pesar de Chile e iberoamérica por la partida de este gran escritor que cursó sus estudios primarios en la escuela Francisco Andrés Olea, los secundarios en nuestro establecimiento, donde comenzó a escribir motivado por una profesora de Historia y en la Universidad de Chile hizo sus estudios en la Escuela de Teatro de la que se tituló como Director.